El Tiempo que Tenemos nos prepara para el duelo de una manera magistral entre saltos en el tiempo
Esta semana se estrena El Tiempo que Tenemos un filme de John Crowley (Brooklyn, Boy A) con el guión de Nick Payne (La última carta de amor, Wanderlust) que ha estado en el radar desde que se anunció que sería protagonizada por Andrew Garfield y Florence Pugh, donde de las estrellas del momento (sin mencionar aquel cartel de la cinta que se hizo viral por las razones más inesperadas).
La cinta nos muestra la relación entre Tobias (Andrew Garfield) y Almut (Florence Pugh) quienes se conocen de la manera más atropellada mientras él enfrenta un proceso de divorcio y ella abre su propio restaurante. A lo largo del tiempo, la pareja atraviesa distintos dilemas que confrontan sus valores y creencias, pero que también los unen y los desafían para encontrar la manera de mantenerse unidos.
La cinta da saltos temporales entre las distintas etapas de la relación, por lo que vale la pena estar atentos a los pequeños detalles para definir a qué punto pertenece cada escena. Pese a ello, la narrativa nos va brindando información de tal modo que se van uniendo piezas, conocemos a los protagonistas y nos familiarizamos con este formato, por lo que no se trata de una historia difícil de seguir. Además, la fotografía de Stuart Bentley es todo un disfrute, generando ambientes que van de lo íntimo a lo idílico, hay ciertos tonos y paletas con un buen balance de cálidos para generarnos ciertas emociones similares a los post de redes sociales donde se romantiza lo cotidiano.
Continuando con la narrativa, creo que esta cinta supo construir a sus personajes; esta no es una cinta romántica donde dos jóvenes se enamoran y todo sale bien hasta que la tragedia llega, esta es una cinta sobre dos personas en sus treinta con su propia historia y complejidad antes de conocerse, con valores propios y límites que harán que la relación se tense en ciertos momentos. Sabemos tres o cuatro cosas claras sobre ellos, pero esas tres o cuatros claves se van expresando de distintas formas en la cinta, permitiendo que gocen de su propia complejidad.
En este aspecto, Florence Pugh sin duda deslumbra y se lleva una buena parte del peso dramático de la cinta, sin mencionar varios momentos memorables en cuestión de su actuación. Garfield en momentos es un protagonista, en momentos (más hacia el último acto de la cinta) participa más como un personaje secundario o un apoyo, pero definitivamente cuando ambos forman una pareja hay una gran química que hace posible que nos involucremos con la historia.
En buena medida esta es una historia de amor para tiempos modernos, por lo que es posible que varias personas que ya hayan pasado los veintes se sientan identificados con las situaciones de la cinta. También considero que maneja momentos que pueden generar conversación, no sólo en cuestiones íntimas, si no también sociales, no pude evitar pensar en La sociedad del cansancio de Byung-Chul Han mientras miraba este filme y creo que puede ser la semilla para conversaciones inteligentes y nutritivas.
Recluirla simplemente en un romance también sería un error, pues nos muestra ambas caras de una relación: el comienzo y el adiós. Prácticamente desde el inicio de la cinta se nos anuncia su final y todo el recorrido que tenemos nos va preparando para este. No obstante, el enfoque que toma para llegar a su final es realmente audaz de un modo inesperado, pues no se va con sentimentalismo o escenas brutales, me parece que más bien busca dignificar a aquellos pacientes terminales y la perspectiva que puedan tener de la vida y la muerte. En este aspecto es bastante reflexiva.
Personalmente, quedé impactada con la escena final de la cinta, más aún porque me pegó desde un lugar donde no lo esperaba, pero creo que ese final es efectivo porque hay un empeño y un cuidado preciso a la hora de construir la trama, elaborar cada una de las escenas y editar con precisión para que esos últimos momentos tengan ese efecto, por lo que creo que resulta bastante grato y una de las películas memorables de este año que va mucho más allá de su momento de viralidad.
Así pues, creo que es una película para enamorarse de la vida, incluso de esos golpes duros que seguramente recordarás cuando lleguen los créditos. Más que una cinta donde la lección principal sea dejar ir, creo que es una obra sobre agradecer el tiempo que compartimos con las personas y aprender a respetar sus decisiones, esa esencia que los hace ser la persona que amamos. Excelente opción para llorar un rato y salir reflexionando.
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