La película retrata de una manera natural y autentica lo que significa crecer
Esta semana estrena ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret una cinta basada en el libro homónimo de Judy Blume publicado en 1970 que ha sido tan aclamado como censurado por la franqueza con la que aborda temas profundos que caen en el tabú. Más de medio siglo después, el libro finalmente tiene una adaptación al cine bajo la dirección de Kelly Fremon Craig con un gran elenco a bordo.
La historia se centra en Margaret (Abby Ryder Fortson) una chica de 11 años que se muda con su familia desde la cosmopolita Nueva York a un pequeño suburbio en Nueva Jersey, dejando a su abuela (Kathy Bates) en la Gran Manzana. La vida de Margaret está a punto de cambiar y entre el deseo de caerle bien a las chicas de su escuela y comenzar a crecer, tiene un dilema que nadie conoce: su padre (Benny Safdie) es judío y su madre (Rachel McAdams) es cristiana, por lo que han decidido que Margaret sea libre de escoger su religión. Así, la joven busca su propia manera de relacionarse con Dios.
La premisa por sí misma es inteligente y arriesgada, pues a través de los ojos de Margaret vemos distintas situaciones que van desde la amistad, los rumores y la búsqueda de pertenecer, hasta la discriminación, la soledad y la consciencia de la sexualidad y una crisis de fe con sus propias reflexiones sobre lo que significa la religión para el ser humano. Todo ello, de una manera espontánea, desenfadada que se arriesga a mostrar en pantalla tópicos que suelen ser relegados en el cine, como la menarca.
El guion en las manos de Abby Ryder Fortson se siente sumamente realista y seguramente muchas mujeres se sentirán identificadas con más de una escena. La película tiene la habilidad para tener su foco en las jóvenes y aun así hablarle a una audiencia amplia, pues también los personajes de Rachel McAdams y Kathy Bates enfrentan sus propios problemas en subtramas con su propia carga; sin mencionar como este trío de actrices deslumbran con su trabajo.
Por la misma temática de la cinta, la edición y la dirección cobran un peso importante a la hora de mostrar escenas poco o nada vistas en la pantalla grande. Hay un gran cuidado a la hora de balancear lo que se muestra para no exponer a las actrices menores de edad y aun así plasmar el realismo y la apertura que se pretendía y creo que han tenido un gran tino en la manera en la que la cinta hace que nos involucremos emocionalmente con Margaret y los eventos que vive.
Hace poco todo mundo enloqueció con Barbie y creo que en cierta manera ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret sigue una tónica similar que deberíamos de tener en el radar: películas hechas por mujeres talentosas donde se trata con ingenio temas íntimos y profundos. En el caso de esta cinta en particular, resulta llamativo como no sólo los temas siguen siendo vigentes y las ideas de Blume resuenan en la actualidad, sino también en como su adaptación al cine se siente bastante revolucionaria, aun cuando se ambienta en los años setentas en un suburbio típicamente norteamericano.
Sin duda la dupla entre Judy Blume y Kelly Fremon ha resultado en un coming of age que parte desde una perspectiva muy puntual, pero logra sentirse bastante cercana y universal por la franqueza con la que maneja uno de los momentos más extraños y embarazosos de la vida: la pubertad. Sin duda una excelente película para pasar un momento único madre-hija, pero que en general podría verlo cualquier persona y salir con algo cuando termine la función.
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