Este thriller, No hables con extraños, nos muestra la habilidad del actor para trabajar con los matices
El próximo 12 de septiembre se estrena en cartelera No hables con extraños un thriller dirigido por James Watkins (La dama de negro, Silencio en el lago) un remake de la cinta danesa homónima de Christian Tadrup con un esquema que recuerda a los thrillers clásicos con cierta dosis de crítica al estilo de vida contemporáneo.
En este caso, conoceremos a la familia Dalton, conformada por Ben (Scoot McNairy) su esposa Louise (Mackenzie Davis) y su hija (Alix West Lefler) quieres conocen a otra familia en unas vacaciones de ensueño y traban amistad de inmediato. Paddy (James McAvoy) invita a los Dalton a su casa en la campiña al sur de Londres para que pasen un fin de semana relajante junto a su esposa Ciara (Aisling Franciosi) y su hijo Ant) Dan Hough. Pero algunas actitudes de Paddy hacen que la pareja se sienta incómoda, mientras que Ant trata de advertirles algo.
La tensión de la cinta se va configurando lentamente, incluso durante una buena parte se compromete de lleno en ofrecer una visión idílica en la que pareciera más una película de viajes. Uno de sus fuertes es la manera en la que dosifica la oscuridad de sus personajes, si bien en ocasiones se puede sentir que la trama no avanza, se trata más de una situación que va creciendo de poco en poco, pasando de la incomodidad al terror absoluto de una forma delicada.
Por esta misma razón, creo que lo más enriquecedor de la historia no es el thriller en sí, si no la cinergía entre las parejas, la manera en la que Ben secretamente admira y anhela el mundo de Paddy, incluso su masculinidad, pero también se da cuenta del peligro que oculta detrás de su fachada carismática. Si Fragmentado nos demostró el rango actoral de McAvoy, aquí reafirma su talento jugando con los matices desde la microagresión y la violencia contenida, hasta la locura total.
En ocasiones la cinta experimenta cierta comedia involuntaria que puede distraer o hacer que se pierda la tensión de la cinta, ya que en ocasiones se justifican los puntos clave con situaciones absurdas, posibles sí, pero que rayan cerca de lo ridículo. En otros casos, las justificaciones son apresuradas y a medio digerir, sin que se nos dé algo tangible, aunque también es el caso en el que el sadismo no tiene mayor explicación, lo que hace sentir que pudo explorarse más la cuestión psicológica del personaje.
Así pues, se trata de una historia que se mueve entre el thriller y el drama con algunos elementos típicos de las cintas de slashers como la casa en medio de la nada y uno que otro juego de cámaras interesante. No es convencional, pero retrasa tanto la tensión que cuando finalmente llega se siente apresurado, casi como otra película distinta. Una historia para seguirle la pista a los actores y entretenerse un rato.
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