La carta era de amor y llevaba más de un siglo oculta en el granero. Esa carta, que no iba dirigida a la mujer deseada, atravesó el Atlántico desde Veracruz, llegó a Francia a tiempo y cumplió su cometido: el pretendiente rogaba el consentimiento de los padres de su amada para casarse con ella. Pasó mucho tiempo y la carta sobrevivió entre el polvo y los escombros del granero de la casa de Jaintouin, ubicada en la Alta Saboya francesa. Cuando la carta salió a la luz, ya pocos en la familia recordaban la historia de amor de Franceline y Maurice. Se sabía que Franceline había emigrado a México, todavía adolescente, siguiendo a su hermano Ernest. Pero había sido tanto el tiempo y tanta la lejanía, que la poca correspondencia que cruzó el océano durante esas décadas no hizo más que profundizar la distancia y la separación.
Así es como Jean, quien tiene un interés académico por ahondar en la identidad francesa, viaja a México tras heredar unas cartas de su abuelo. Al llegar a México se encuentra con su prima y ambos comienzan la aventura de reconstruir la historia familiar, una historia de desencuentros, amores, orgullo y la identidad que se forja con la sangre y se reinventa con cada exilio.
Siempre un destierro es una novela sobre la familia, las raíces y el amor. En el contexto de la emigración francesa a Veracruz durante el siglo XIX se esconde una historia de alcance universal sobre cómo construimos lazos en la distancia, cómo aprendemos a ser quienes somos y cómo vivimos con las decisiones del pasado.
SOBRE LA AUTORA
Gabriela Couturier nació en la Ciudad de México. Es licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México y maestra en Administración por la Universidad de Harvard. Ha publicado ensayos y cuentos en la revista Nexos y el suplemento Laberinto del periódico Milenio. Su primera novela es Esa otra orfandad(Cal y Arena, 2016).
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